miércoles, octubre 04, 2006

Cuadros violentos

Roberto Echeto


El apocalipsis flamenco
Un hombre lobo que lleva una falda escocesa, baila flamenco montado en una mesa de la Tasca Farruquito. A sus pies, una dama, entre la jubilosa multitud, le hace coro al cante jondo mientras dispara al aire todas las balas de plata de su ametralladora.


Lolita en el Madre Emilia
Un hombre gordo en traje gris y polainas se encuentra acostado en el sillón de su analista mientras le cuenta: «doctor, tengo un sueño recurrente. Cada noche veo a una muchacha en uniforme de colegio que me invita a que la persiga. Yo, como no como cuentos, me voy detrás de ella, pero el sueño me lleva siempre al mismo sitio: una casa de chocolate y paja que está en medio del bosque, donde ella se encierra sola, dejándome con mi lujuria. Doctor, acudo a Ud. para que me ayude a incorporarle a mi fantasía un tractor para tumbar esa puerta».

El doctor se atusa la barba y le responde:

—Ud., querido amigo, tiene una fijación bastante obsesiva, pero curable. Fíjese: Ud. Es arquitecto y la casa de chocolate a la que su fantasía se refiere tiene que ver con ese tratado de sistemas constructivos y resistencia de materiales titulado «Los tres cochinitos». Ud. Lo que tiene que hacer es tumbarle la puerta a la casa ésa, agarrar a la estudiante, subirle la falda y ponerse a soplar como hizo el lobo del cuento.
—¿Y eso qué quiere decir en la realidad, doctor?
—Que a Ud. le gustan las amigas de su hija.

El retrete de Only Richard
¿Habrá en el mundo algo más golpeado que el retrete de Only Richard?


Salmo 23
El Señor es mi mecánico, llave inglesa no me faltará; en grasientos talleres me arregla el cloche; me pone empacaduras nuevas y me repara el cardán. Me guía por el árbol de leva con el honor de su carburador.

Aunque con la mica rota ande, nada temo, porque tú vas conmigo, y tu destornillador y tu rache me sostienen. Preparas los bornes de la batería ante mí, frente a mi cigüeñal; me unges la correa de los tiempos con aceite Whiz, y mis tripoides con refrigerante BP.

Tu liga de freno y tu gasolina de 91 me acompañan en cada kilómetro de mi viaje, y me estacionaré en el puesto de mi Señor Mecánico por días sin término. Amén.

Intermezzo
¿Sabían Uds. que, para domar un caballo, los indios apaches se le paran enfrente, le agarran la cabeza al animal y pegan la nariz a la suya hasta que las respiraciones de ambos toman el mismo ritmo?
Este cuento es cortesía de la Bola Continental de El Hipódromo de La Rinconada.
Porque no hay nada tan fotogénico como un caballo…


Los Starsky y Hutch venezolanos
Este es el relato de Starsky José Rodríguez, un gordito que le compró una 9 milímetros robada a un ferretero en El Valle.

Starsky José compró el arma para sentirse más hombre y para completar su kit de fantasía… Resulta que antes de comprarse el arma robada, Starsky José Rodríguez se había comprado un Ferlein viejo y rojo al que le pintó una raya blanca…

Ahora que tenía una pistola y el Ferlein rojo, Starsky José rodaba por las calles de El Valle buscando lo único que le faltaba: un catire que fuera Hutch.

Starsky José rodaba y rodaba una y otra vez, pero no conseguía al hombre que estaba buscando. Por eso un día se hartó y, a punta de pistola, montó en el Ferlein a un negrito que se llamaba Freddy. Freddy creyó que Starsky José era un ladrón, por eso opuso resistencia y se ganó un cachazo en la cabeza.

Luego, Starsky lo conminó a montarse en el Ferlein rojo y se lo llevó a un monte más arriba del Hipódromo y de Las Mayas. El negrito creía que sus minutos estaban contados… pero pronto se sorprendió cuando Starsky José detuvo el carro y abrió la guantera. Freddy no podía creer lo que Starsky José Rodríguez le propuso…

Starsky sacó un pote de agua oxigenada y le pidió a Freddy que se lo echara en la cabeza para que se volviera catire.

Y así, en el Oeste de Caracas, resucitaron Starsky y Hutch… Lo único raro era que Hutch era un negrito con afro catire, pero Uds. saben que hoy en día se ve de todo…

Comiendo monstruos
Tengan en cuenta que el jugo rojizo que suelta el percebe al abrirlo debe ir a la boca, no a la camisa, y menos aún a la del comensal de enfrente: o sea, que ábranlos por debajo, nunca por arriba.

El cazador de Cupido
Un hombre llamado Marcos «Laptop» Parra se encuentra sentado, en una mecedora, en el balcón de su casa, con una escopeta en las manos.

Cuando su esposa, María Guillermina Rodchenko, lo encuentra en ese estado, Marcos «Laptop» le dice que él no se moverá de ahí hasta que cace a un amorcillo que revolotea por su casa, con su arco y su casaca repleta de flechas.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Como psicóloga, le recomendaría al señor gordo que, si no le funciona lo de soplar a Lolita, se disfrace de abuelita. (Pero que recuerde afeitarse los bigotes y depilarse las cejas)

11:52 a. m.  

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